¿Cómo? Hay dos brazos ansiosos por estrecharte. Hay dos ojos que, frenéticos, no paran de buscarte para poder observarte. Hay dos labios secos por no poder besarte. Hay una lengua que añora poder recorrer tu cuerpo. Hay un corazón parado esperando que uno solo de tus besos lo vuelva a poner en marcha. Hay un par de oídos que se niegan a escuchar nada que no sea tu voz.
Lo malo es que detrás de todo esto solo hay un imbécil que no consigue coordinar todo para hacerte feliz, eso sí, te quiere. Aunque no sea suficiente.
Voy a romper la pluma. Ya no la necesito. Lo que mi alma siente, yo no lo sé decir. Persigo la palabra y sólo encuentro un grito roto, inarticulado, que nadie quiere oír.
¡Dios mío, tú el Poeta! ¿Por qué no me concedes la gracia de acertar a decir cosas bellas? Dame que yo consiga -merced de las mercedes- interpretar las flores, traducir las estrellas.
Yo escucho sus secretos. Yo entiendo su lenguaje. No el ser sordo, el ser mudo es mi condenación. Para mí es como un alma dolorida el paisaje y el mundo es un sonoro y enfermo corazón.
Llevo dentro, muy dentro, palabras inefables y el ritmo en mis oídos baila sus armonías, mientras vagan perdidas, ciegas e inexpresables yo no sé qué interiores, soñadas melodías.
Como un niño que tiende sus bracitos desnudos a las cosas y quiere hablar y no sabe y llora así también ante ellas se abren mis labios mudos de poeta sin palabras que el gran milagro implora.
Tú, Señor, que a los mudos ordenabas hablar, y ellos te obedecían. Pues mi alma concibe bellas frases sin forma, házmelas tú expresar. Ordénale ya "Habla" al poeta que en mí vive.
Yo no sé muchas cosas, es verdad Digo tan sólo lo que he visto. Y he visto: que la cuna del hombre la mecen con cuentos... Que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos... Que el llanto del hombre lo taponan con cuentos... Que los huesos del hombre los entierran con cuentos... Y que el miedo del hombre ha inventado todos los cuentos. Yo no sé muchas cosas es verdad. Pero me han dormido con todos los cuentos... Y sé todos los cuentos.
[.........] De niño no me gustaban los libros ni las sotanas ni salir en procesión, era tan desobediente como el viento de poniente, revoltoso y juguetón, en vez de mirar pal cielo me puse a medir el suelo que me tocaba de andar, y nunca seguí al rebaño, porque ni el pastor ni el amo eran gente de fiar,
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siempre fui esa oveja negra que supo esquivar las piedras que le tiraban a dar, y entre más pasan los años más me aparto del rebaño porque no sé adonde va [..........]
Desde hace algún tiempo te siento distinta, no sé qué será pero no eres la misma, observo en tus ojos miradas que esquivan la mía, cansada de tanto buscar tus pupilas pidiendo respuestas a cada por qué, pero adivino en ti algo que empieza a huir y no quiero entender cuando un presentimiento no crea razón, sólo infunde terror.
Siento que te estoy perdiendo... perdiéndote.
Y con monosílabos adormecidos pretendes decir que dialogas conmigo, tus gestos son más elocuentes, al menos son signos de tu indiferencia por todo lo mío y más si mi afán es hacerte feliz; qué fue lo que pasó, dónde estuvo el error que no pude impedir aunque sé que no es fácil decir la verdad no la digas jamás.
Mis labios no encuentran tu beso oportuno, ni encuentra mi cuerpo en tu cuerpo refugio, tan sólo pasivo abandono, distante desnudo que entregas como algo que no fuera tuyo, dejándote hacer en ausente actitud; qué mortal desazón es hacerte el amor cuando ya no eres tú. No quisiera saber, cuando sueles llorar, en qué brazos estás.
En el siglo XIII se sucediero tres escuelas en Italia, la escuela Toscaza, Siciliana, Y Dolce stil Novo, Su pecursor es Guinizzelli, y los representantes, Guido Cavalcanti, dante, Lapo Gianni y Cino da Pistoia. Utilizan un léxico sin aspereces, de elaborada musicalidad, capaz de expresar la idealización, la alabanza, la melancolía, el dolor, el sentido de la muerte y el miedo amoroso.
--Siento que en el corazón llora el alma, y su pena hace llorar a mis ojos, diciendo: Ay de mi! ¿Nunca pensé que ésta fuera de tanta valía! Por ella veo el rostro del amor mucho más cruel de lo que vi nunca, que, como afligido, me dice: ¿Qué haces dentro de esta persona que se muere? delante de mis ojos abre un libro en el que leo los sufrimientos que dejan ver, claro, la muerte ajena. Después me dice: desdichada, mira dónde está ya nuestra sentencia escrita, por la gran belleza de está cruel dama. (Cino da Pistoia)